Ir más allá de las pantallas: en lugar de mirarlas, estar dentro de ellas. Esta es la filosofía del metaverso, un concepto que, aunque parezca nuevo, lleva años investigándose.
Se trata de una experiencia inmersiva en Internet a través de entornos virtuales y realidad aumentada que permite interactuar como avatares u hologramas. Es un universo online en el que podremos hacer cualquier cosa sin movernos de la habitación.
Permitirá asistir a conciertos y exposiciones, tener reuniones de trabajo, comprar o viajar sin necesidad de desplazarse y, en un futuro, el gran reto será ver si somos capaces de distinguir el entorno virtual del entorno real.
¿Bitcoins? En este universo paralelo, habrá muchas oportunidades de negocio y cambiará nuestra forma de consumir. Se podrá personalizar la oferta de productos y servicios e, incluso, surgirá un sistema monetario específico que podría ser convertible para nuestro mundo real.
Definir el marco legal del metaverso, y determinar y asegurar la identidad digital, es uno de los retos del sector jurídico. Para la educación, una de las ventajas es la renovación de las fórmulas de trabajo en clase.
El metaverso debe tener en cuenta una serie de consideraciones para garantizar nuestra salud mental, como el tipo de uso y el tiempo dedicado, y nunca deberá sustituir nuestras actividades sociales.
Desafío tecnológico. Muchos de los entornos virtuales que ya están creando empresas, marcas e instituciones solo permiten acceder e interactuar de forma online. En muchos casos, el acceso es ajeno a un mundo virtual integrado, de manera que no reproducen una verdadera experiencia inmersiva.