La pandemia ha puesto a prueba nuestras capacidades de organización y de concentración como nunca antes. La complicada situación del confinamiento, el cambio brusco de rutinas, las clases a distancia, la incertidumbre… Todo ello ha favorecido la distracción, algo muy comprensible en una situación que se sale tanto de lo habitual. A esto hay que sumar una fuente de dispersión que ya lleva tiempo entre nosotros: los dispositivos móviles son los grandes responsables de la procrastinación, un hábito que afecta a personas de todas las edades. Su uso nos gratifica instantáneamente, por lo que resulta más atrayente que otras tareas que nos benefician a medio o largo plazo, pero no de manera inmediata.
Para evitar caer en ella debemos gestionar bien nuestro tiempo y evitar distracciones. Solo así lograremos la atención plena en el estudio. El objetivo es evitar posponer continuamente las tareas, algo que nos obligará a llevarlas a cabo en el último momento, con prisas, nerviosismo y resultados mediocres. La realidad es que procrastinar puede provocarnos ansiedad y frustración. Por esta razón es vital que los estudiantes trabajen en sortearla, máxime en época de exámenes.
Pero no hay que perder de vista que procrastinación no es lo mismo que pereza. Apela a la regulación de las emociones, más que del tiempo, lo que implica la necesidad de reflexionar y tomar consciencia de lo que nos sucede y cómo nos sentimos.
A continuación, dejamos unas pautas que nos ayudarán a mantener el foco, siendo flexibles y entendiendo cuáles son nuestras necesidades en cada momento:
A estos consejos para evitar la procrastrinación se pueden añadir otras ideas sencillas. Por ejemplo, pensar en las ventajas de realizar esa tarea que nos apetece posponer y en el alivio que sentiremos cuan do la finalicemos. Del mismo modo podemos pensar en las consecuencias negativas de no hacer cada cosa en su momento, para convencernos de que tenemos que pasar a la acción cuanto antes.